Existen
historiadores que ubican el origen del comercio ambulante en la CDMX en el
tianquiztli azteca. Éste era un lugar donde concurrían diversos vendedores a
comerciar un amplio espectro de mercancías, colocadas y ordenadas de acuerdo
con el producto ofrecido.
Era un
lugar ex profeso para el trueque y la compraventa que contaba con personal
especializado que lo administraba e impartía justicia comercial. En el
imperio azteca había tianquiztlis especializados en determinados productos,
por ejemplo, piedras finas y plumas en Cholula, iztcuintles en Acolman,
esclavos en Azcapotzalco y jícaras en Texcoco.
El
ejercicio del comercio fuera del tianquiztli estaba prohibido, por lo que el
comercio ambulante en calles no estaba permitido.
Sin
embargo, el tianquiztli es más parecido al tianguis o al mercado público
actuales que al comercio ambulante, sin soslayar que esa institución azteca
era mucho más amplia que cualquiera de las instituciones con las que se le
compara actualmente.
En el
período colonial la forma de concebir y hacer el comercio fue la
plaza-mercado, y es ahí donde surgen dos personajes comerciales que pueden
ser los posibles antecedentes del comerciante ambulante, el buhonero y el
libremesillero.
El
vendedor itinerante, sin lugar fijo, en calles y plazas surge en la época
virreinal, era el llamado buhonero. Ejercía el comercio sin un lugar
específico para comerciar; comprando y vendiendo en esos espacios cosas de
poco valor.
En las
plazas se autorizaba colocar mesas y mesillas sin lugar fijo, éstos fueron
los libremesilleros.
El 15
de febrero de 1541 el Ayuntamiento emitió una ordenanza que prohibía la venta
de mercancías en la calle, con la amenaza de perderlas y ser desterrados de
la ciudad.
Otra
figura colonial fue el baratillo, donde se vendían mercancías de segunda mano
y también robadas.
En los
siglos XVI, XVII y XVIII la Plaza Mayor fue el lugar de comercio por
excelencia, el mercado y el barrio de La Merced fueron la central de abastos
de la Ciudad de México. En el siglo XIX el desbordamiento del comercio en las
calles aledañas obligó a las autoridades a crear un corredor comercial
cerrado, con tráfico local.
Ése es
el momento en que el vendedor en la plaza transita al vendedor adyacente a la
misma y de manera gradual, progresiva y constante ese comerciante se va
apropiando de calles, parques y jardines. Ahí surge el vendedor ambulante, el
comercio callejero, como lo conocemos en la actualidad.
La
plaza-mercado se convierte plenamente en mercado público con la publicación
del Reglamento de Mercados en 1951. En los 50 y 60 se construyeron 265
mercados públicos para ubicar vendedores ambulantes y comerciantes fijos en
calles, así como establecidos.
En la
década de los 60 del siglo XX inició el incremento constante del comercio
ambulante en calles, banquetas, parques, jardines; en síntesis, la invasión
del espacio público. De ahí en adelante, necesidad, permisividad, corrupción,
complicidad y uso político-electoral se mezclaron.
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