La declaratoria de los 329 mercados públicos que
existen en la Ciudad de México como patrimonio cultural intangible, emitida por
el gobierno capitalino hace un mes, incluye la salvaguarda dichos de populares
como “pásele güerita”, las relaciones de parentesco y compadrazgo que se
establecen entre locatarios, pero sobre todo busca quitar la competencia
económica que generan los tianguis y las tiendas de autoservicio, así lo señaló
Mario del Roble Pensado, investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN)
responsable de crear el expediente técnico de dicha declaratoria patrimonial.
¿Qué tiene de cultural un tema de venta y
distribución de productos y por qué no se incluyó de manera detallada la
protección de bienes materiales que albergan los mercados como murales y
arquitectura original del siglo XIX y XX? El especialista en estudios
latinoamericanos, responde esas preguntas.
“Los mercados sirven como procesos de referencia
histórica a nivel del territorio ya sea a nivel de colonias, pueblos o barrios
de la ciudad. ¿En dónde encontramos las relaciones que existen en la colonia,
pueblo o barrio?, ¿en dónde encontramos las características de venta de los
productos de temporada que se comercializan para las fiestas religiosas, las
fiestas patrias? Los mercados sirven de escaparate de los bienes culturales que
dan identidad cultural y referencia a un espacio”, indica.
De acuerdo con la parte documental del expediente
técnico, añade el investigador, el mercado es uno de los componentes
fundamentales de la época prehispánica y de las ciudades que querían tener una
identidad política como autoridad. “La gran Tenochtitlán tenía dos mercados: el
de Templo Mayor que era el más grande, y el mercado de Santiago Tlatelolco, que
es el originario y más primitivo de la región del Valle de Anáhuac”.
La importancia de mercado era tal, comenta del
Roble Pensado, que los españoles los respetaron y a partir de entonces inició
una fusión de saberes no materiales, los cuáles fueron incluidos en la
declaratoria patrimonial.
El primero son las formas de expresión cultural
surgidas de la relación entre el comerciante y la clientela. Son las maneras en
que se habla, la manera de generar saber: ‘güera, güero, güero’, ‘a ver a ver’
y todas esas expresiones coloquiales que se usan para llamar la atención del
cliente”, detalla.
El segundo bien son las relaciones de parentesco
paisanaje y compadrazgo que terminan en una necesidad de unir el saber de
vender y el saber consumir. “Los mercados se convierten en centros de
enseñanza, de aprendizaje de las familias de cómo consumir algo, de cómo se
hace algo, por ejemplo, cómo se hace un guiso”.
La declaratoria también incluye como bienes
intangibles: la provisión cultural de los utensilios de procesamiento,
ingredientes y materias primas alimenticias (por ejemplo, diversidad de chiles
o molcajetes); así como la oferta de bienes simbólicos de identidad (la fiesta
patronal del mercado o el festejo de las fiestas patrias), y las prácticas
culturales y saberes sociales concernientes a los bienes del consumidor (cuando
los clientes aprenden a comprar determinados alimentos).
El último bien que enumera el expediente técnico
es la estética de los mercados, la cual se refiere a la movilidad y vida que
tiene cada espacio gracias a la mezcla del tipo de gente, aromas, colores y
sabores.
PENDIENTES. Antes de que
concluya el 2016, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y la
Secretaría de Desarrollo Económico deberán conformar la Comisión de patrimonio
cultural intangible de los mercados públicos de la ciudad para que esta figura
elabore un Plan de Salvaguarda de los mercados.
—¿Cuándo definirán la Comisión?
—Necesitamos constituirlo en tres meses, será un
consejo que estará a cargo de la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial
para generar acciones que ya están haciendo los locatarios y usuarios, por
ejemplo, la organización de actividades culturales, de llevar el teatro y
música popular.
—Con esta declaratoria, ¿ningún mercado podrá
ser destruido?
—Los mercados públicos han sido desatendidos, uno
de los problemas que tenemos con la propuesta de establecer las delegaciones
como municipios, es que puede generar la diferencia de inversión en los
mercados, porque un delegado puede decir que apoyarán más a una tienda de
autoservicio o a una clientela política a través de ambulantes. Lo importante
es que ya puedan quitar los mercados, pero también hay que dejarlos vivir y por
eso no deben estar los tianguis circundando a los mercados públicos, por la
competencia desleal.
—¿En el proyecto de declaratoria se
incluyeron los bienes materiales que tienen los mercados, como murales y
elementos arquitectónicos históricos?
—El patrimonio cultural material existe en varios
lugares como el mercado de Tlalpan que fue construido durante el porfiriato o
el mercado Abelardo Rodríguez que tiene murales hechos por discípulos de Diego
Rivera.
http://www.cronica.com.mx/notas/2016/984280.html
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