domingo, 14 de octubre de 2018

DF Festivo Mercados de la Ciudad de México


Dedicado a las millones de familias, locatarios y productores que siguen manteniendo vivos los mercados tradicionales, fortaleza del abasto popular y cohesión social de la Ciudad de México.
“Son los mercados apetitosos y amables”, decía hace cinco siglos fray Diego Durán. Hoy, sin duda alguna, podríamos decir lo mismo de los mercados tradicionales mexicanos. Porque más que un espacio para comprar y vender, más que un lugar para abastecer la despensa, los mercados son las síntesis de la cultura nacional, una explosión de colores vivos y vibrantes; un catálogo de aromas, sutiles unos, intensos otros; una amalgama de recuerdos y añoranzas de un pasado siempre presente, y siempre amenazado por el porvenir. Porque los mercados también son historia, y son los espacios donde se tejen redes familiares y se anudan amistades; donde las manos del agricultor, el artesano o la costurera, pueden ver florecer el fruto de su esfuerzo; donde el ama de casa, la quinceañera o los niños encuentran el ingrediente justo para dar sazón a sus delicias culinarias, la parafernalia precisa para su solemne presentación en sociedad, o el juguete anhelado que calme sus ansias de retozo. “México está en sus mercados”, decía el magnífico poeta chileno Pablo Neruda. Y es verdad, porque en los mercados está mucho de lo que nos da identidad: los dulces y artesanías que sólo encontramos en México; la infinita variedad de panes regionales; las plantas medicinales locales y los polvos para el buen querer; las especias y las verduras, los chiles y las flores, las frutas y los granos; todo aquello que llena nuestro paladar de sabores bizarros y agradables, que nos sumerge en fragancias y sonidos, que nos arropa con texturas y matices. Hay mercados y tianguis de todo y para todos: de frutas y verduras, de carnes y lácteos, de abarrotes y herramientas, de muebles y adornos, de chácharas y cosas de segunda mano, de pescados y mariscos, de revistas y libros nuevos y usados, de artesanías y antigüedades, de magia y herbolaria, de plantas y flores, de computación y electrónica, y de todo lo que requieran las clases y estratos populares.


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