lunes, 13 de febrero de 2017

Don Lorenzo


Por Obdulio Ávila


El viernes 3 de febrero falleció a los 98 años de edad don Lorenzo Servitje Sendra, capitalino que rompió varios techos, límites para los mexicanos. Un líder de acción positiva.

Hasta el final de su vida rompió techos, rompió la estadística que señala que el mexicano vive en promedio 74.6 años. Vivió con creces la tercera y última etapa de su vida; él expresó que los primeros 25 años del ser humano son para formarse, para recibir el apoyo necesario para salir adelante; la segunda es la de crear, la de formar patrimonio, la de hacer familia, la del trabajo duro, y es la que corre de los 25 a los 50 años; la tercera etapa es la de devolver, la de dar, la de la entrega a las causas y al mejoramiento de la persona humana, y este tiempo corre de los 50 a los 75 años.

En síntesis, recibir, crear y dar.

Fundador, junto a otros, de Bimbo, otra rompedora de techos, empresa panificadora número uno en el mundo. Atrás queda el marbete de empresa más importante de México o de Latinoamérica, es la cima de su ramo en el orbe.

En los 90 se decía que sólo el PRI o la Coca-Cola llegaban a todos los rincones de nuestro país, pero la frase desconocía por ignorancia o malinchismo que las camionetas del osito Bimbo también dominaban esas rutas, sólo que, a diferencia de aquéllas, sus rutas se fraguaron al margen del poder público o de la bolsa de una poderosa empresa estadounidense.

Don Lorenzo nació, creció, creó, formó y murió en la Ciudad de México. Fue un producto netamente chilango, pero, por sus frutos y visión, un hombre universal. Rompedor de moldes y personificador de una vida conforme a principios, fue un caso excepcional.

Fue un empresario exitoso, de los pocos que lo han sido al margen de una concesión gubernamental. Además, su empresa construyó altos estándares laborales, que le permiten ser una de las mejores empresas para trabajar. La persona en el centro, no como narrativa mercadológica sino como auténtica preocupación por el capital humano.

Al genuino emprendedor se le emparejó un hondo sentido de responsabilidad social, observado en el trato personal a sus empleados, las prestaciones y el entorno construido para ellos, así como un cuidado por reducir el impacto ecológico de sus empresas.

Fue un gran filántropo y financiador de instituciones, en proporción a su riqueza personal y a su aportación, el mayor en nuestro país. Hay muchos que pudieran dar más.

Su excepcionalidad radica en haber logrado ser empresario exitoso, activo ciudadano, generoso filántropo, y un hombre de familia con una profunda fe y práctica religiosa.

Una vida exitosa, larga y con posiciones ideológicas definidas no está exenta de críticas; sin embargo, esto no empaña su legado como contribuyente a la prosperidad de México y a la ética de las figuras públicas.

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